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Mientras te recorro
Si hay algo que me estimula y lleva casi al
extremo de una locura sana, sanísima, bien debo decir aquello
que activa mi pasión, es ser consciente de que soy
humano mientras conduzco por las
rutas patagónicas, porque la inmensidad,
tan bella como la estepa,
que conjuga con el viento a silbar fuerza, me da
tiempo para entender las fronteras de la dualidad, mía; tan
mía como tan suya, de usted, que me mira cuando
me lee y acá mis
ojos le gritan que me
escuche en el silencio de
estas imágenes, porque tengo mucho para decirle y quiero decirle.
Por estos límites he elegido
tejer una seda.
Con los hilos suaves de la sabiduría que es y
cae en pequeñas gotas frágiles, a veces en gracia volátil.
Y con el tiento de las vivencias audaces de sonidos
torpes, ornamentados por infinitas fumarolas
que enceguecen, muchas veces a
mí, quizás también a usted,
para que seamos nosotros los que vestimos de humanos, que
por mirarnos la ropa nos olvidamos de que pronto se
cambia de ruta, la cual mientras demos solo un giro
en el cruce, será una
travesía plena, más sino fastidiosa,
si lo hacemos vil carrusel.
Con estas letras le ilumino, como aquellos faros, las líneas
a las esferas nuevas; verá
impregnar su alma.
De pronto se verá siendo luz por estos y para
aquellos, quedando el tiempo ido en olvido, tal hojas secas
de un otoño que al humus aviva. Y el cielo
se tornará más profundo y
su pentagrama vibrará eterno, como
siempre así fue pero ahora
es su aura la que descubre, suave y apacible, haciéndose
viento que corre como las ideas que piensa de esto,
de mí y de usted. Tocando fuente, no más ya
fondo, una cumbre pura, blanca
nieve a instantes de fluir
agua, se le nutren los
poros como los ríos que bajan de nuevo a costa,
bajo su testimonio sin flashes ni destellos sino en íntima
y callada calma, que nosotros y otros latimos.